martes, 17 de marzo de 2009
La Bestia Humana
El genocida que todo lo puede. La esbeltita sombra de José Tomás provoca en el ruedo. Elegante, citando a la bestia de perfil, toreando de frente; único. Asume el mayor nivel de riesgo en el escalafón taurino. Un loco entre compañeros de profesión medio locos.
Al contrario de lo que muchos piensan, José Tomás tiene aprecio a la vida, pero se entrega a su tarea con la dedicación de un maestro oriental en artes marciales. La concentración para alcanzar la ejecución deseada y así mostrar su yo (íntimo/público) es lo único que le interesa, sin pensar en funestas contingencias durante ese instante.
Un animal en constante lucha por no ser sometido y un ser de inteligencia superior empeñado en crear, a través de la muerte del otro. ¿Cómo se puede hacer espectáculo del sufrimiento? ¿Qué sentido tiene asesinar de esa manera? ¿Cómo explicar a un toro el concepto de arte humano? Es inexplicable. No se puede decir porqué gusta esto, aunque debe atender a la irracionalidad más pura. Sería como intentar dar a conocer porqué te agrada un color en concreto antes que otro.
Hay un protocolo inmutable en el toreo, semejante a un rito religioso. El torero es el sacerdote, vestido según costumbre arraigada, que oficia el sacrificio delante del pueblo. En este sub-teatro de la vida no existe lugar para el género cómico cuando el espada es bueno.
Tomás tiene un misterio. Probablemente tiene varios. A la prensa no le gusta esto. Desde su retirada hasta la reaparición en Barcelona, el papel cuché (y el importante) ha especulado sobre sus razones. Se han leído cosas del tipo: Gay, ateo, corrupto, comunista… El gran carnaval nos ha querido vender la penúltima historia de culpabilidad y redención con sabor a otra época. ¡Fascinante, la España tremendista!
(tan de manifiesto, por desgracia, en estos últimos días)
El príncipe de los toreros ha resucitado la fiesta de la España profunda e indaga mejor que nadie en nuestras profundidades interiores más oscuras, aquellas protegidas por siete panteras de bruto indómito. La tauromaquia está podrida, obsoleta, arcaica, no tiene argumentos validos para convencer a la racionalidad de los “bien sanos” del mundo moderno. Sin embargo, el Mesías José Tomás nos enseña desnudos qué somos, la levedad del ser y la aspereza de nuestra naturaleza, volviéndose en silencio con la victoria en la mano.
El diestro ha llegado a un estado de equilibrio zen. Quizá el toreo sólo entendido a su altura extrema pueda encerrar el hermoso sentido del sinsentido. Al igual que Renoir en su tiempo, el matador ha conseguido fotografiar el crudo retrato de la condición humana.
Si a un especialista en cuestiones mentales se le pidiera una evaluación psiquiátrica (de forma aséptica) del genio Tomás nos sería imposible permanecer al margen del resultado, porque esa mente es el horror de la noche más negra y está poblada por los fantasmas ancestros. Irremediablemente nos encontraríamos a nosotros mismos. El final del laberinto esconde al vampiro sangriento. Nuestro cara a cara con la esencia maldita.
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En fin, te pueden gustar los toros, ok, pero compararlo con Renoir es una atrocidad!
ResponderEliminarEste rincón de Estuardo se está convirtiendo en el ruedo de la Ser de Manolo Molés coño
Aurelio M.I.
cierto, no tiene sentido que sigas con este tema, que si bien suscita debate, el mismo no tiene razón de ser desde un punto de vista moral y/o artístico.
ResponderEliminarJaja, fijadse en el minuto 1.20 del vídeo que ha adjuntado el cronista taurino Estuardo la zancadilla que le hace el toro a José Tomás. Y luego se pone a olerle el culo.
ResponderEliminarTarjetaaaaaa!
Aurelior